MANADA DE SABADELL
En el juicio contra los violadores de una chica de dieciocho años en Sabadell vuelve a cuestionarse el procedimiento judicial. En cada caso de "manadas" de hombres que violan a una mujer ha tenido que suceder previamente un acto de valentía inconmensurable, el de la víctima presentando la denuncia ante una comisaría, ante los servicios médicos y ante un tribunal. Policías, médicos y jueces intervienen en el proceso, a veces largo, antes de que haya una sentencia.
En el caso de Sabadell, hemos podido oír las preguntas del fiscal a la víctima que manifiestan, una vez más, la falta de credibilidad de la palabra de la mujer, especialmente en materia de violencia de género. No es fácil que se crea a la víctima, ni la policía, ni los médicos ni los jueces lo hacen. El prejuicio machista está perfectamente instalado en la tradición de estos agentes socializadores.
Desde el caso de Pamplona se viene hablando de la necesidad en formación en materia de género en las instituciones judiciales. Es una formación basada en pruebas psicológicas de víctimas, en comportamientos observables respecto a la angustia, la inseguridad, la ansiedad que se sufre en las circunstancias de interponer una denuncia y declarar en los tribunales después de haber sido repetidamente violada, que tiene que ver con relatar el episodio de la propia violación, rememorarlo, describirlo, sentirlo de nuevo con la humillación y vergüenza que supone hacerlo a personas desconocidas. Se trata de una experiencia traumática como pocas. La sensibilidad de los agentes que intervienen en el proceso judicial ha de estar necesariamente a la altura para contribuir a que el dolor de la víctima sea el menor posible puesto que ya ha sufrido demasiado con los hechos.
Se trata de saber estar, de ser profesional. En ningún trabajo se valora el dolor causado innecesariamente, eso es crueldad o revictimización, totalmente evitable. La actitud de fiscales y jueces requiere rigor, empatía, contundencia y argumentación racional basada en las pruebas y testimonios. Nada más y nada menos.
Resulta intolerable que, de nuevo, se cuestione la palabra de la mujer, de la víctima, de la violada y abusada por hombres, varios hombres cuyas voces no tiemblan ni se quiebran al responder, cuyas palabras no se repreguntan.
Introducir la perspectiva de género en los estudios de Derecho es una obligación y un deber que está tardando en ser una realidad. Los delitos no esperan a la formación de los jueces para suceder, los violadores de mujeres seguirán violándolas tengan o no formación de género los fiscales, pero las víctimas, las mujeres, pueden ser respetadas y comprendidas si la hubiera.
Urge que la credibilidad de las mujeres sea una realidad.
La palabra de mujer vale, hacer que se sienta culpable, que sufra gratuitamente durante el proceso judicial provoca que otras víctimas no se atrevan a denunciar. Los modos en que suceden los juicios también sientan precedentes, no solo lo hacen las sentencias con la jurisprudencia.
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