miércoles, 21 de abril de 2021

NAZIS Y PERSAS

 EL PROFESOR DE PERSA

Vadim Perelman, 2020


Podría decirse que la picaresca ante la muerte segura le salvó la vida, sin embargo lo que vivió después de evitar el fusilamiento dista mucho de ser vida.

Cuando planteamos el fascismo como una manera de ver el mundo, a los seres humanos y sus relaciones en él, a un modo de entender la sociedad, de construir un orden nuevo y de proyectar un orden mundial para el futuro, nunca dejamos de tener en la mente los campos de concentración nazis. Es imposible. El cine y la literatura contribuyen a que sea así. Probablemente la mayoría describiríamos del mismo modo los barracones, las cámaras de gas, los campos de trabajo, las comidas, las ropas o las estrellas amarillas y los triángulos rojos.

Pero películas como esta muestran, con más o menos exactitud, la vida de los militares alemanes, mientras duraba la guerra, en los propios campos de exterminio. Cómo llevaban su vida con tanta normalidad que enamoraban, sentían celos, se enfadaban por comentarios jocosos, comían bien, cantaban y brindaban, hacían favores para mantener lealtades como algo cotidiano. Vivían como si tal cosa, compaginando un peinado para ligar con golpes y torturas gratuitas, siendo funcionarios, practicando la burocracia, siguiendo rituales de soldados, en definitiva pasando la vida.

El capricho de aprender farsi, es la anécdota original que mueve toda la trama infernal de la peor de las atrocidades humanas del siglo XX. Porque, como espectadora, no puedo dejar de pensar en que la realidad supera a la ficción y entonces acompañas a lo que ves y oyes lo que recuerdas de Primo Levi en Si esto es un hombre o más recientemente de Los amnésicos de Géraldine Schwarz.

Cuando sales de sala piensas que todo el mundo debería ver esta película y similares, porque las personas somos personas siempre, mientras no evolucionemos a otra especie, capaces de repetir el horror en todos los sentidos, como causantes y como pacientes y en la película aparecen argumentos sobrados para no querer hacerlo jamás, para impedirlo en cualquier lugar del mundo.

Menos mal que se hace cine comprometido con lo mejor de la vida que es vivir en paz, aunque lo haga a costa de representar la cruda historia reciente. Por cierto, el actor argentino protagonista, Nahuel Pérez Biscayart, es un auténtico superviviente, con sus dudas y decisiones oportunas, su valor y su suerte. 

Si las imágenes son rotundas la música, Galperine,  ha de estar a la altura y en este caso es un lujo. Los demás aspectos técnicos contribuyen a realzar las circunstancias personales e históricas.


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