sábado, 14 de noviembre de 2020

 VALLES EN LA SIERRA CONQUENSE

RUTA DEL MASEGAR (Huélamo)




Como casi todo en este mundo, también los valles tienen varios miradas, distintos puntos de vista y posiciones para apreciarlos y valorarlos, para sentirlos y admirarlos.

El valle que se ve desde el Masegar, frente al pueblo serrano de Huélamo, es alucinante. Primero porque transcurres por él, después porque lo ves empequeñecer a tus pies y finalmente porque regresas bajando, escarpadamente bajando, y se va abriendo y más y más con cada paso.

La ruta de senderismo propone una subida de 337 metros, dificultad media, a lo largo de 9,8 kilómetros, recomendable todo el año, perfectamente señalizada, pero sin indicar la distancia, menos mal que es circular!!!

Hace un mes debía ser de escándalo porque los colores otoñales estaban en su apogeo. Ahora, ayer, más marrones y grises, también te envuelven en lo terrestre y natural como un abrazo generoso y familiar. Pasear entre pinos, robles, arces y acebos brillantes mientras especulas con los numerosos y diversos hongos que salen en el mismo camino, escuchando correr el agua suavemente, con el cuidado debido de no pisar cacas de vaca u ovejas, en un silencio acogedor, es sencillamente un auténtico placer.

Hay tramos en los que tienes que imaginar la línea del camino porque se ha borrado con tanta hojarasca entre la que se aprecian las distintas hojas, todas marrones, más o menos oscuros, más o menos mojados, más o menos intensos, pero todas sonoras cuando las pisamos. 

Reconforta ver carteles que informan de actividades rurales de otros tiempos y de la flora y fauna de la zona. Todo perfectamente reconocible para ignorantes como nosotros, algo que hay que agradecer a los responsables del Parque Natural de la Serranía Conquense que supongo autores de dichos carteles.

La mirada se estrecha y atiende concentrada a cada paso porque la roca está resbaladiza, porque el sendero se estrecha, porque hay cacas recientes y en unos pocos metros se ensancha porque al subir la cabeza descubres un paisaje de relieves clásicos, de los libros de geografía, con sus montañas superpuestas formando ondulaciones en el horizonte y un valle llano al final de la falda. Una chulada para los sentidos, si por casualidad sopla un poco de viento y te estremece el frío, entonces, la sensación es plena y el tiempo se para para que tú admires, sin más, lo que hay ahí delante, lo que hay en donde estás.

Altamente recomendable. La orografía cambiante te lleva por paisajes genuinos de la sierra y vegetaciones propias del norte de España.

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