LA JUVENTUD
Paolo Sorrentino, 2015
Después de La belleza esta película, que la recuerda mucho, es un regalo interpretativo, fotográfico y musical. Sucede en un balneario alpino por lo que el escenario natural es perfecto, incluso un secundario es escalador. Los interiores son los que recuerdan a la anterior película Sorrentino un par de años antes.
Es un placer que los planos duren en el tiempo porque son tan bellos que se gozan más. Todo es impecable, una vez que te acostumbras al exceso y a la perfección. Los colores, los espacios, los contrastes, el guion, los actores y actrices...Pocas veces se entretienen los autores en detener la cámara en los personajes secundarios, en sus ocupaciones y aquí sí se hace, de manera que sabemos algunos retazos de la vida de las trabajadoras del balneario, de los comensales del comedor, de los clientes famosos, a través de cámaras quietas, primeros y medios planos o un par de frases contundentes.
Aunque lo mejor es la historia, claro, de amistad, de larga amistad entre M. Caine y H. Keitel, quienes a sus 80 años sienten el final de sus vidas, uno pasivamente y otro trabajando al máximo, a uno le requieren y al otro le dan calabazas. Los secretos, lo importante, es dramático, pero el final esperanzador. Mientras llega la esperanza la gran historia se enriquece con pequeñas historias, más o menos cómicas, más o menos críticas, que acaban bien.
Es fácil entender a los personajes, sentirlos cercanos, por muy alejada que nuestra vida pueda estar de un famoso compositor y un igualmente famoso director de cine ancianos. Así que debe ser lo que se nos cuenta aunque no lo veamos y lo que rodea el presente en el balneario. Parece todo tan real, cotidiano, sincero, esto, el cómo, es lo que sostiene el relato.
La imagen te atrae y los actores de doblaje también. Y Jane Fonda, con sus breves apariciones, añade humor y tragedia, sumando atractivo a la película, por si fuera poco el elenco.
Un placer para los sentidos. La pantalla grande se hace imprescindible.
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