domingo, 20 de diciembre de 2020

10 AÑOS DE AVE EN CUENCA

 10 AÑOS DE AVE EN CUENCA


Estación Fernando Zóbel, Cuenca (en medio de la nada, aunque cerca de un vertedero)

Lejos de hacer de Cuenca una ciudad dormitorio de Madrid y Valencia hemos comprobado cómo esta costosa infraestructura ferroviaria no ha fijado, siquiera, la población conquense ya que hemos descendido en habitantes en la capital, gracias, entre otras cosas, a la imposible vertebración territorial que provoca la alta velocidad.

Diez años de confirmar errores evitables como la construcción de la estación a cinco kilómetros de la ciudad, para comprobar a diario cómo se necesitan dos medios de transporte mínimo para coger uno de ellos duplicando tiempos, contaminantes, distancias. Diez años para entender que las comunicaciones son necesarias, muy necesarias, sobre todo si se adecuan los horarios y las tarifas, que en el caso de AVE a Cuenca no se cumplen satisfactoriamente para casi nadie.

Millones de euros de dinero público muy cuestionado en esta faraónica inversión, alternativa final al modelo más sostenible del Ministerio de Fomento dotado presupuestariamente que mantenía la estación actual activa en el centro como está (aunque más muerta que viva) con la novedad del AVE dentro (ingeniería de soterramiento de vías y andenes).

Menos mal que la estación lleva el nombre de un artista como Zóbel, padre de uno de los mejores museos de España, el Abstracto en una de las Casas Colgadas de la ciudad. Tal vez haya que hacer abstracciones, todavía hoy, para compaginar los beneficios de la Alta Velocidad y las necesidades reales de la ciudadanía, y para olvidar que otro gallo nos cantaría de haber practicado la decencia, la responsabilidad política y la oportunidad económica.

Celebremos las conexiones que nos comunican, celebremos las cercanías que salvan las distancias, celebremos los trenes, mejor medio de transporte posible tanto para pasajeros como para mercancías, y vivamos sin olvidar que las cosas podrían ser mejores para que la próxima vez no permitamos la especulación, que se ha demostrado una quimera, se imponga sobre el sentido común y la ciencia.

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