LAGUNA DE MANJAVACAS, DICIEMBRE, GRULLAS
Mota del Cuervo, Cuenca
Cada otoño, cambio climático mediante, el sonido de las grullas inunda la tranquilidad de la llanura manchega, y sus cuerpos, estilizados al máximo, sobrevuelan los campos desnudos y fríos hasta posarse junto al agua salitrosa de la laguna de Manjavacas. Este regalo de la naturaleza fiel es un espectáculo maravilloso.
Supongo que al amanecer debe ocurrir algo parecido a lo que sucede al atardecer. Nunca lo he visto, ni oído, pero deben despegar del suelo y partir a las tierras sembradas en las que pastar y saciarse hasta su regreso a la laguna. Esto es lo que yo veo y oigo.
Hoy ha sido precioso. Picha en el enlace y amplía las fotos.
Creo que lo que más gusta es escuchar sus trompetas y descubrir sus formaciones después, a lo lejos, ver cómo avanzan y pasan sobre mi cabeza para, como un paracaídas, ahuecar las alas y estirar las patas en vertical, como una bailarina torpe por su extremada delgadez, hasta posarse, ellas, esbeltas, majestuosas, dominadoras del aire, de las migraciones masivas, sabias de las direcciones en ruta y ruidosas indiscretas.
Todavía estarán una temporada, dadas las temperaturas, así que cada día ofrecerán un espectáculo único para quien quiera y pueda disfrutarlo con todos los sentidos. Las escasas y recientes lluvias permiten su estancia cómodamente, supongo que por eso lo agradecen del mejor modo que saben, graznando y bailando para todos en el ancho espacio del lagunar, protegido precisamente por ser residencia de multitud de aves, unas de paso y otras que permanecen, adaptadas a las tropelías climáticas. Es un compuesto heterogéneo de nuestro mundo natural y podemos verlo y oírlo.
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