domingo, 6 de septiembre de 2020

EL CURIOSO INCIDENTE DEL PERRO A MEDIANOCHE
Mark Haddon, Salamandra, 2004


Me sigue impresionando las historias, ficciones o reales, protagonizadas por personas del espectro autista. Hacen que se tambaleen las nociones más básicas de la vida cotidiana como el espacio y el tiempo, en las que no pensamos ni falta que nos hace. Otro concepto corriente en nuestro día a día es el estrés, sus causas y consecuencias que tendemos a generalizar para entenderlo y tratarlo.

Pero sin duda, lo más impresionante son las relaciones humanas, porque las damos por sabidas, tanto, que realizamos alegres diagnósticos de cómo somos apenas nos hemos cruzado un par de veces con alguien. Cuánta ignorancia y cuánto error con consecuencias morales importantes!!

Siempre descubro alguna afinidad con los protagonistas, manías, gustos, intolerancias...Christopher, quince años, sobresale en matemáticas y lectura, tienen una gran percepción visual y tiene miedo a la gente desconocida. Usa la violencia como defensa y necesita rutinas para estar bien. No puede mentir, esto es clave para poder vivir con alguien así, menos mal que hay una vía de acercamiento a su mente aunque sea a través de la pura y cruda verdad.

Ahora que empieza el curso covid-19 me pregunto cómo ha sobrevivido el alumnado autista sin las clases rutinarias, sin sus referencias necesarias, sin las seguridades adquiridas por el control de la situación escolar.

Aceptar las diferencias interpersonales y convivir pacíficamente es todo un reto. Deberíamos ser educados en empatía más de lo que lo hacemos y esta novela puede resultar una buena lectura para el alumnado de la ESO en Valores Éticos porque plantea un viaje mental al que pocas veces se nos invita y que puede resultar muy oportuno y necesario. Además está escrito en primera persona e ilustrado en primera persona con lo que se facilita el viaje.

No me extraña que tuviera tantos premios y éxito cuando salió en 2003. No me extraña que se haya adaptado al teatro (me encantaría verlo). Merece la pena encarnarse mentalmente en un detective matemático adolescente con rasgos de Asperger, aunque hay que estar dispuesta a arriesgar lo más valioso que tenemos: nuestras seguridades.

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