OTOÑO COVID-19

Ni la primavera, ni el verano, ni ahora el otoño pueden ser iguales que antes de la pandemia.

Los colores ocres, la caída de las hojas, las suaves lluvias y la luz menguante ahora se convierten en estampas visibles por encima de una mascarilla, respiradas con dificultad, sentidas como una amenaza y asociadas a contagios porque estaremos más tiempo en lugares cerrados, pasaremos más tiempo con otras personas en menos espacios.

Sin embargo la experiencia es estimulante también. Salir a pasear en la naturaleza otoñal es un lujo que no podemos dejar de disfrutar si podemos. Comentaremos las sensaciones una vez sentidas, por teléfono o e-mails, con fotos y selfis. Compartir, guardando las distancias, aunque sea otro modo de compartir, también es humano y lo es tanto que así preservamos la salud y nos cuidamos para experimentar las estaciones, esta vez tras las mascarillas.

En New York pondrán terrazas en los bares y restaurantes como único modo de sobrevivir a la crisis económica que trae consigo este virus, así que el otoño neoyorquino está iluminado y caldeado en las aceras como nunca. Todo es como nunca y será así.

Ojalá y no usemos como excusa la pandemia para destruir aún más el medio ambiente. Espero no encontrar basura fuera de los contenedores, ni estufas inútiles en las calles, ni más coches por el frío.

Cada vez se nos olvida menos ponernos la mascarilla, lavarnos las manos, separarnos al hablar. Cada vez es más fácil, por empezar a ser hábitos, cambiar las costumbres. Aunque son muy poderosas, sus cambios marcan estilos y maneras de vivir. Ahora, en otoño, estación de visibles e importantes cambios, tenemos que adquirir la idea de continuidad, de seguir alerta, de prevenir, de no cambiar el sentido de nuestros recientes hábitos.

Es un otoño hermoso, amable, vivámoslo con todas las novedades que trae y las nuevas costumbres que ponemos nosotr@s...es mi estación favorita, me voy al río que tiene unos verdes efímeros casi amarillos a punto de ser marrones flotando en su curso lento.