ESPECTÁCULO O RIESGO (VI)
El río Júcar, con las orillas más frondosas que nunca, sigue su curso por la ciudad, en uno de los enclaves naturales y urbanos más bellos que hay entre los paisajes de hoces.
La limpieza que empezó a vislumbrarse antes del coronavirus y este la frenó, ha dado paso a la suciedad oculta tras la vegetación reciente, nueva, fresca de esta primavera excepcional.
Los árboles caídos, enormes, crean diques naturales en el cauce que facilita la acumulación de suciedad por agua estancada. El olor y la visión empiezan a ser insoportables. Llevan meses los esqueletos de árboles flotando en el río, casi cruzándolo de lo grandes que son y ningún responsable hace nada. Desde la pasarela de madera, bajo los rascacielos de San Juan, se ven perfectamente.
Las tablas del Puente de San Pablo se han de restaurar periódicamente, nadie lo duda, pero el río se ha mantener igualmente, tampoco lo duda nadie.
Empieza el verano y el paseo en la hoz del Júcar refresca y sosiega. Es fuente de inspiración artística y de necesidad deportiva para muchas personas de aquí de fuera. No podemos permitir que esté en estas condiciones, por la salud medioambiental de toda la ciudad.
¿Qué hace el Ayuntamiento, qué la Confederación Hidrográfica del Júcar, qué la Diputación, qué la Consejería de Medio Ambiente...? Será por instituciones responsables. Si cada una se ocupara de lo que le corresponde tendríamos una de los ríos y paisajes más bonito de España. Sin embargo tenemos suciedad que llama a más suciedad.
Las personas que paseamos a diario comprobamos cómo los plásticos incrustados en los matorrales generan un híbrido naturacutural frecuente. Parecido al deterioro de caminos, sendas, ausencia de papeleras y bancos, vallado roto e incompleto, fuentes rotas y sucias, coches aparcados en cualquier sitio, papel, plásticos, cacas de animales...
Hay un riesgos gravísismo de seguir a sí las cosas y es que las normalicemos. Llevamos medio año. Podemos acabar acostumbrándonos a este estado y no valorar el estado mejor, el bueno, el necesario y posible a poco que se invierta mano de obra. Podemos transmitir a nuestros hijos e hijas que así no está mal la naturaleza, cuando la estamos matando y a nosotros a lavez. Podemos asumir que los responsables no hagan impunemente, lo que sería un auténtico desastre para la vida en sociedad.
Ojalá despertemos de esta pesadilla de inacción política en el Júcar!!
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