LA CUEVA DEL MORO O MORA
PALOMERA, CUENCA
Refrescante cavidad donde la luz se oculta y el agua gotea aquí y allá erosionando sin parar la caliza oscura, con retazos negros, verdosos y marrones. Las grietas muestran la continuidad, sugieren profundidad e invitan a imaginar lo que estará al otro lado. Se juntan placas arriba y a los lados, formando techos en forma de uves y paredes verticales que se chocan, se cortan como líneas rectas en un plano, componiendo un espacio asimétrico, alargado y estrecho. El suelo está húmedo, con pequeños charcos, verde, marrón y gris, parece acogedor.
No he podido ver murciélagos. Con tantas grietas y cavidades en las paredes y techo es normal.
Para llegar, una vez que sales del pueblo, tienes que recorrer una hermoso camino siguiendo el río, que a ratos es invisible y otros un sonoro acompañante. Las pozas transparentes y verdes reflejan el cielo nublado y se pintaban de azul y blanco. En todo momento estás caminando por un paisaje prehistórico, rodeada de rocas cóncavas y convexas, erosionadas en la base y abultadas varias decenas de metros hasta aplanarse arriba que, con esta primavera inusual, se rodean de abundante vegetación, florecillas e insectos. Los líquenes también tiñen las piedras del camino que rodea la cueva y sube hasta el "tejado".
Es cierto que el camino es el viaje.
Pero descubrir una cueva sin planificarlo previamente añade un plus al caminar. Si además vas con buena compañía y el tiempo acompaña el paseo es todo un placer.
Cuenca está llena de cuevas, los espeleólogos dicen que es un queso gruller, así no es nada raro explorar un poquito y encontrarte agujeros, simas, que abren el suelo, rompen las rocas y atrapan
tu curiosidad. En ese mismo lugar se ven todas las estrellas en noches sin luna. Se cuenta que, de vez en cuando, le ocurre a alguien que mirando el cielo se cae en un agujero.
El regreso con olor a tomillo está lleno de fotos para compartir y contar.
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