viernes, 10 de abril de 2020

EL GÉNERO Y NUESTROS CEREBROS
La nueva neurociencia que rompe el mito del cerebro femenino
Gina Rippon, Galaxia Gutenberg, 2020




La Introducción y las Conclusiones del último capítulo sirven para explicar el contenido de las más de 400 páginas y casi 100 más de notas, que contien el libro. El resto, todos los capítulos, son demostraciones de lo que afirma y propone en el principio y el final. Totalmente necesarios para estar de acuerdo con sus tesis principal: "un mundo sexista produce un cerebro sexista" (pág. 22)

La científica describe innumerables experimentos desde el siglo XVIII hasta hoy, con los instrumentos y conocimientos de cada época. Ofrece un catálogo muy completo de estudios universitarios, de instituciones científicas, de corrientes y científicos muy variados y valorados, sobre el cerebro humano, interesados en los tamaños, las conexiones neuronales, el papel de las hormonas, la plasticidad y los prejuicios. Es un mapa bastante detallado de cómo se ha estudiado y se sigue estudiando las diferencias sexuales humanas atendiendo a factores biológicos, especialmente cerebrales, y a factores sociales, especialmente estereotipos.

Destaca el análisis que hace sobre el modo de investigar, sobre la importancia del experimento en sí, cómo se elabora, cómo se ejecuta y cómo se intrepreta. Quién lo realiza, bajo qué condiciones, en qué circunstancias, a quiénes, y por qué.

Parece que se nos hubiera olvidado que una de las claves más influyentes en las conclusiones científicas es el método, el contexto de descubrimiento y de justificación, los filtros y revisiones, los pasos ordenados en su ejecución, esto es, la capacidad crítica de quien investiga. El rigor.

Cuando la ciencia se separa de su madre, la filosofía, lo hace para dedicarse a una parcela pequeña del saber y poder especializarse, es decir, concentrarse en un sólo aspecto de la realidad si hablamos de las ciencias empíricas. Adoptar este punto de vista supone que sorprendan estudios como el presente libro porque introduce un componente crítico y holístico que se había perdido con la especialización.

Esta vez, una de las conclusiones de la neurociencia que se cuestiona es la diferencia de los cerebros de los hombre y las mujeres y, apropósito de esta, la justificación de los géneros sociales.

Al adoptar una perspectiva más amplia se dota de significado más general, sin olvidar el genealógico, por lo que la crítica y las alternativas encuentran cabida y, a mi juicio, enriquecen los resultados siempre cambiantes en función de los factores que intervienen en el estudio, también cambiantes.

Gina Rippon recibe insultos y desprecios de todo tipo por cuestionar el estatus quo de la neurociencia, especialmente por las consecuencias de aceptar lo que afirma y niega esta ciencia, porque ella tiene una actitud de sospecha, de insatisfacción, de escepticismo ante las conclusiones aportadas por científicos e instituciones mundialmente reconocidos.

Corre varios riesgos en su trabajo. Se enfrenta a toda una corte de conservadurismo de siglos y además propone cambios en el modo de hacer neurociencia a partir de sus investigaciones. Ahí es nada. Los asume, se ríe, y, al mostrar su trabajo abiertamente, lo escribe para el público en general, facilita ser criticada y refutada, con lo que pone en práctica lo que afirma.

Hoy disponemos de tecnologías muy precisas para estudiar el cerebro humano y a la luz de los datos que arrojan estas Gina Rippon afirma que no hay diferencias importantes entre los cerebros de la mujer y los del hombre, que seguir afirmando que las hay es un prejuicio y estereotipo bastante peligroso para el conjunto de la sociedad en todo el mundo. Hay diferencias de cerebros pero la plasticidad que tienen estos es tal que hay una comunicación permanente entre el interior y el exterior capaz de modificarlo todo, la genética y el ambiente nunca han estado tan demostrablemente interrelacionados. Hasta la testosterona puede ser mayor o menor en función del contexto!! 

Una de las cuestiones más relevantes del libro es la enorme importancia que tiene la difusión y divulgación científica. Los dueños de los medios que se usan, a quiénes llegan, las vías por las que llegan. Esto es determinante para el papel social de hombres y mujeres en ámbitos como el laboral, el poder, la tradición, el ocio, las enfermedades mentales o las identidades personales y culturales.

Propone prestar atención al "juego del topo": cuando parece que el sexismo está superado aparece de nuevo "porque los viejos conceptos erróneos siguen apareciendo con nuevos disfraces" (pág. 21)

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