CAPULLOS
Parece una realidad paralela pero está en esta.
Los capullos de Alegría que hay en mi terraza me enseñan cómo transcurre la vida, desde el principio, cómo una flor empieza a ser.
Las flores abiertas, de la misma planta, exhiben su plenitud rosada, tersa, hermosa.
Las pétalos arrugados y enjutos muestran la decadencia y el final del ciclo vital.
El sol le sienta bien, le calienta y alimenta con su luz, se estiran los tallos casi transparentes y las hojas verdes crecen en intensidad y tamaño. Esto les sucede a todas las plantas de la terraza, excepto a los cactus cuyo crecimiento es lento, casi imperceptible, con una única flor al año, que ahora no toca por lo visto, pero que siempre están ahí, fieles, pinchando para mantener las distancias, verdosos, blancuzcos, sin hojas, sin necesidades, que los hace más fuertes, e intocables. Todas se llevan bien, hay una convivencia estupenda, ahora más vital, ahora están en su salsa primaveral, hasta el papiro está floreado, a penas, pero con forecitas. El poto trepa y trepa a diario, pintando de distintos verdes las paredes y el geranio, al tocarlo, perfuma el aire y evoca recuerdos de otros lugares, que ya no habito, y de otras personas con las que ya no vivo.
Tengo plantas que no sé cómo se llaman, que han llegado porque alguien me las ha regalado y aquí están, adaptadas, adoptadas, enriqueciendo el paisaje hogareño, contribuyendo a mejorar el ambiente, en todos los sentidos.
La vida continua en cada planta, en cada animal, en cada rincón de la terraza y es alucinante observar su evolución...ver la hierba crecer.
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