viernes, 24 de abril de 2020

FILOSOFÍA DE CONFINAMIENTO





Dice Emilio Lledó (92 años) que no tiene experiencia sobre la realidad actual, por ser inédita, y por tanto no tiene conocimiento.

Como de la nada nada sale, las referencias sobre un hecho nunca antes acontecido no existen.

Cualquier afirmación o negación, explicación o argumentación han de ser, necesariamente, hipótesis, conjeturas (sin refutaciones), aproximaciones lógicas, en el mejor de los casos, contando con analogías, otras experiencias, la historia, las fábulas, la tradición cultural que se parezca algo al presente o de la que se pudiera extrapolar algún factor o hecho concreto.

Cribar las interferencias que impiden el análisis es la primera tarea. Sabiendo que la neutralidad no existe y la interpretación está siempre teñida de subjetividad en algún grado aunque sea pequeño. Urge por tanto el acuerdo de distintas miradas y perspectivas.

Sin embargo, hay algo que no debe cuestionarse, el objetivo último y primero del conocimiento, a saber, su buen uso, su uso adecuado para conseguir lo mejor. Hacer del saber la herramienta con la que se confeccione la solución o soluciones, las inmediatas y la de largo plazo.

Asumiendo un código hipocrático debemos compartir el conocimiento y con él las acciones  más justas, más convenientes para la ciudadanía. Los ensayos de unos han de ser pruebas para otros, los avances de unas han de ser puntos de partida para otras. En la era de las telecomunicaciones el saber sobre el coronavirus no debe pertenecer a nadie puesto que a todos nos afecta.

No hay teoría sin praxis en la que aplicarse, ni praxis sin previa teoría que la justifique.

Somos responsables de cada medida, de cada decisión sobre la salud del planeta. No debemos permitir que se pierdan esfuerzos, recursos ni tiempo, para conseguir el valioso conocimiento que nos puede sacar de esta.

La clase política mundial tiene que hacer todo lo posible por coordinar la economía, impedir que sea la economía la que lleve las riendas en esta crisis mundial. Según Platón "el Estado tiene carácter moral" y cualquier política, por muy utilitarista que sea, ha de incluir entre sus pilares más básicos la ética, sin la cual los objetivos políticos se pueden descarrilar del objetivo prioritario: organizar la sociedad para vivir bien.

Es necesario un compromiso con el medio ambiente, con todos las poblaciones y clases sociales, con el futuro y con la Justicia Mundial. Cada gobierno habrá de adoptar estos compromisos a sus responsabilidades inmediatas y empezar a procurar la vida en buenas condiciones de dignidad para toda su ciudadanía.

Si sabemos podemos hacer bien las cosas aunque no sea al primer intento.

Cualquier interferencia que desvíe este objetivo inmediato ha de ser bloqueada, ya sean intereses económicos, geopolíticos, empresariales o de cualquier otra índole; así sucedan en Europa, América, África o Asia, en países ricos o pobres, entre presidentes liberales o menos liberales.


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