miércoles, 22 de abril de 2020

CUÁNTA POBREZA POLÍTICA!!



No nos merecemos este ínfimo y peligroso nivel.

Vivimos una situación inédita en el planeta desde hace muchos años con lo que implica de novedades respecto a las anteriores veces en que hayamos sufrido algo parecido. Miramos en la Historia y no encontramos nada igual, por la capacidad de mutación y reproducción del virus, por las estrategias a estrenar que experimentamos día sí y día también, por poner a prueba nuestro exiguo conocimiento y experiencia en pandemias, por el dolor y sufrimiento que está suponiendo, por el tiempo confinados, por la pobreza económica de millones de personas, por las adaptaciones constantes que tenemos que realizar para abordar el entierro de nuestros seres queridos, los estudios, los trabajos, las convivencias...

Por todo esto, es sumamente imperdonable la conducta inmoral, cínica e innecesaria de ciertos políticos cada vez que cogen un micrófono o se les da la oportunidad de hablar en público.

La política no consiste en mentir, seas presidente del gobierno o el último diputado del Congreso. Mentir en política es hacer demagogia por lo tanto impedir la política, especialmente la democracia porque son opuestas por definición. Uno de los mayores peligros de las democracias es la mentira porque entonces ya no hay credibilidad, ni confianza en la organización social, en el ejercicio de la política original. Si se consiente la mentira se abandona la democracia.

Está tan instalado su uso en nuestra cultura democrática que incluso en las actuales circunstancia se abusa de ella como si fuera la única cosa posible. Ella, la mentira, que permanece en la boca de políticos dañinos, inmorales, egoístas, bárbaros, infames, insolidarios, antipatriotas, buscadores del rédito electoral incluso en el mismísimo infierno.

Decir frases sin explicarlas, hacer afirmaciones como titulares de prensa sin entrar a argumentar lo que se dice, amenazar en lugar de demostrar, insultar en vez de razonar, hace que la mentira se apodere del valor de la palabra y la democracia pierda su función.

Ya no digo que nuestros políticos sean picos de oro, pero que no exhiban tantas falacias juntas en tan pocas expresiones sería lo deseable y conveniente. Es muy vergonzoso escuchar ciertas palabras seguidas. Hacen daño al oído y al intelecto, insultan nuestra inteligencia y sensibilidad. Minan a cualquiera. La mezquindad es un virus ante el que también estamos desprotegidos.

Tanta maldad no es necesaria.

En cambio la crítica constructiva sí, lo es y mucho!!!

Las propuestas para mejorar que al gobierno no se le ocurren o no saben o no quieren poner en marcha, serían un buen y necesario argumentario para plantear en todos los foros posibles.

Estamos asistiendo a un montón de despropósitos que van y vienen. En todos los países sucede lo mismo, en todos faltan materiales, las cifras no cuadran, se ensayan medidas...

La posición política conlleva una responsabilidad y no ejercerla o hacerlo mal debería conllevar a su vez un castigo o penalización. No tiene sentido que una persona por intentar impedir un desahucio sea condenada varios meses a la cárcel y otra por provocarlos, echar a gente pobre a la calle, sea merecedora de todos los honores y privilegios. Las penalizaciones han de ser coherentes con los delitos cometidos.

Así pues, si un político está provocando malestar en la sociedad, levantando odios entre la ciudadanía, impidiendo resolver problemas sociales urgentes, debe ser atendido desde la justicia. Hay que evitar la pobreza, toda la pobreza!!

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