jueves, 29 de octubre de 2020

 CÓMO VIVIR

O

UNA VIDA CON MONTAIGNE

Sara Bakewell, Ariel, 2020


Sara Bakewell es profesora de Escritura Creativa en la City University de Londres y publicó este libro hace nueve años, con una excelente crítica del público especialista y lego en Montaigne.

Aunque debo reconocer que yo lo he leído por recomendación a propósito de la importancia de la ética en la propia vida. La idea que tenía del autor francés procedía de la facultad de filosofía en mi juventud, como estoico vitalista, aunque parezca raro. Pero después de este libro cambio de idea, lo propio, para pensar en Montaigne como una persona muy inteligente por su modo de vivir, no tanto por sus textos, en los que también demuestra serlo.

La autora nos trae momentos de la vida y obras del francés que han sido muy versionados a la largo de los siglos, incluso entre sus coetáneos lo eran. Cada corriente, estilo, moda propia de una época ha leído los Ensayos de una manera, a veces propiciada por las traducciones diversas, pero siempre por lo que se pone en las lecturas. Esto, que se seba de cualquier obra y autor, en este caso cobra especial relevancia al ser considerado un clásico, en el buen sentido.

No he podido evitar sorprenderme con las relaciones, exhaustivas, que aparecen en este libro, sobre autores importantes, del mundo de la literatura, la historia, la política y la filosofía occidentales. Muchos lo han denostado y otros alabado desde las mismas posiciones, a saber, interpretarlo desde ideas propias, ajenas a Montaigne, juzgándolo desde contextos, vocabulario y conocimientos muy distantes espaciotemporalmente. Destaco a Shakespeare, Nietzsche y a Woolf, esta última, me parece la más certera desde mi contexto, vocabulario y conocimientos.

Cuando narra episodios históricos sobre las guerras francesas, hubo tantas, en las que Montaigne tenía algún papel por ser consejero de reyes, creyente o alcalde de Burdeos, se nos acerca a escenarios, lejanos, que pueden explicar la importancia de la experiencia para escribir, la actitud del protagonista con lo que sucede a su alrededor y lo que le sucede a él mismo dentro de ese derredor. 

Cobra importancia para la autora el trato dispensado por el francés a los animales, como un trato en condiciones de igualdad y una comportamiento empático, nada asociado al siglo XVI. De hecho, el final de la obra, es una ilustración de un hombre y un gato aludiendo al escritor y su gata.

La amistad con  Étienne de la Boétie me ha emocionado. A lo largo del libro hay muchas referencias a esta amistad decisiva en la vida de los dos hombres, tanto personal como intelectualmente hablando, hasta el punto de poder afirmar que tanto uno como el otro y sus obras hubieran sido muy distintos si no se hubieran conocido. Apenas cuatro o cinco años de relaciones y toda una vida de consecuencias.

Me gusta la escritura fluida entre historia, filosofía y literatura que practica la autora, crítica con todo, con todos, pero respetuosa con el tiempo y con los lectores. Tal vez contagiada del escepticismo practicante del francés, consigue engancharnos a un interés por la vida, la nuestra, a través del análisis de los textos, y sus múltiples vicisitudes, de los Ensayos, de donde extrae pasajes deliciosos y sencillamente originales.

Ya sabemos que sin prejuicios se vive mejor, y Montagne nos lo recuerda sugiriendo que hagamos una lista de costumbres distintas de todas partes del mundo para recitarlas y librarnos de ellas porque "este gran mundo es el espejo en el cual debemos mirarnos para reconocernos desde el ángulo adecuado" (pág. 228).

Nunca es tarde para saber sobre Montaigne, lo que ha supuesto y sigue suponiendo su extraordinaria obra en nuestra cosmovisión del mundo.

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