lunes, 12 de octubre de 2020

 PARALELISMOS... DEMASIADO FRECUENTES


La historia está plagada de momentos importantes a la luz del fuego. Desde su control suponiendo una gran revolución para el ser humano. Pero hoy, en Occidente, simboliza algo terrorífico para la humanidad si se usa como antorcha, en la noche, a la vez que se gritan soflamas fascistas. En Roma, en Múnich, en los estados sureños norteamericanos...son muchos los lugares y muchas las consignas supremacistas, racistas, violentas que campan en ellos sembrando odio y cultivando enemigos.

Hace años que se viene tolerando comportamientos discriminatorios hacia muchas personas, ya sea por su color de piel, su vestimenta, su orientación sexual, su pobreza o sus ideas políticas. Esta tolerancia es muy peligrosa. Hoy sucede en Benimaclet, un barrio valenciano lleno de habitantes de todos los rincones del planeta, de todas las economías, religiones, orientaciones e ideologías, donde los estudiantes universitarios se asientan cada septiembre tan a gusto porque las facultades están muy cerca y el barrio es abierto y acogedor, donde la clase trabajadora valenciana ha construido una buena red vecinal en sus plazas y calles, donde el tranvía les lleva a toda la ciudad y les trae a todos los viajeros, una manifestación con antorchas amenazantes, segregadoras, como las de Mussolini, Hitler o el Kukusklán delante de un dispositivo policial muy numeroso, incluyendo helicópteros.

No tiene sentido.

Han sido pocos, pero han sido y están sentando precedente. Se han atrevido y van haciendo camino. 

No deben tolerarse manifestaciones que supongan el más mínimo parecido con los fascismos. Hoy no. Ya no. Estamos en 2020 y queremos vivir en democracia. Se puede pensar lo que se quiera pero no se puede amedrentar a nadie por ello. Las intimidaciones, antorcha en mano, no son tolerables. Ni en tu barrio ni en el mío. En Valencia, donde el fuego es tan relevante y simbólico para su tradición fallera, no vale usarlo para excluir, para ofender, para asustar o amenazar.

Bravo por Benimaclet que ha respondido con una ruidosa cacerolada. 

No al odio, ni sembrado con fuego.


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