lunes, 5 de octubre de 2020

¿SESGOS EDUCATIVOS? También ideológicos!!



Parece inevitable que tengamos sesgos a cierta edad, al pertenecer a colectivos ideológicos y emocionales, al posicionarnos por principios, convicciones firmes, ante dilemas vitales. Sin embargo, pueden paralizarnos o volvernos intolerantes.

Si militas en un partido político se espera que defiendas, caiga quien caiga, a tus compañeras y compañeros aunque no compartas lo que dicen ni lo que hacen. La disciplina de partido significa que no hay libertad de expresión. Las disensiones solo se resuelven con dimisiones. Pero si militas en otros, el disenso es lo común, el debate enriquece y llegar a consenso es el objetivo. 

El caso es que la ministra de Educación no está haciendo, todo lo bien que se esperaba, su trabajo para quienes somos de izquierdas y tenemos principios basados en la igualdad de oportunidades, la educación como derecho básico y la calidad de la enseñanza pública.

Las enmiendas a la nueva Ley educativa (LOMLOE), entre otras cosas, se refieren a la enseñanza de una materia de ÉTICA en 4º de la ESO ya que la nueva ley no contempla educar en ética a lo largo de la enseñanza secundaria obligatoria, al menos que en el último curso el alumnado pueda tener la oportunidad de saber cómo justificar su comportamiento, cómo argumentar que lo que hace está bien o mal, cuánta responsabilidad tiene en sus decisiones, cuáles son sus derechos y deberes o hasta dónde es  y puede ser libre. 

Me resulta impensable que un gobierno de coalición con un partido de izquierdas en él, no incluya de motu propio la asignatura ÉTICA en la ESO, sabiendo lo que esta materia aporta y cómo vive la ciudadanía en un régimen democrático. Si hoy se afirma, desde diferentes ámbitos, que estamos sufriendo una crisis de valores para intentar explicar comportamientos incívicos, antisociales, violentos y perjudiciales para los individuos, la sociedad y el medio ambiente, lo más conveniente sería que desde la Educación Pública se pusiera algún remedio, al menos intentarlo, como ejercicio político y responsable del gobierno que va a cambiar la Ley educativa más antidemocrática que hemos tenido en democracia.

Tal vez, mi expectativa estaba sesgada. El hecho de tener una ministra, especializada en Filosofía, del partido socialista en coalición con la izquierda, me había resultado suficiente para dar por supuesto que habría una materia obligatoria que intentara mejorar el comportamiento social, dirigida hacia los Derechos Humanos y demás valores democráticos que contribuyen a ser persona autónoma, crítica y capaz de dirigir su vida sin ocasionar perjuicio a nadie, tolerando las ideas diferentes que no los comportamientos violentos e injustos.

Mi ideología es muy clara al respecto. Si alguna decisión no es razonada y sometida al debate igualmente razonado antes de ser votada, la mantenga quien la mantenga no la apoyo y disiento de ella. Así que mi expectativa sesgada, deja de serlo y exigiré cambiar la nueva ley hasta que incluya una materia en educación ética en la enseñanza obligatoria. Me sobran los motivos, nos sobran los motivos.

Asumamos los sesgos y deshagámonos de ellos, se convierten en auténticos prejuicios que nos impiden ver con claridad y acierto lo que tenemos delante. No, señora Celaá, su ley no es buena si falta ÉTICA entre las materias obligatorias de la secundaria, porque es a esa edad cuando se conforma la persona, cuando la adolescencia, siempre en construcción, adquiere pilares que sujetarán los andamios del individuo adulto. Lo sabemos desde la psicología, desde la antropología, desde la sociología y desde la pedagogía, por no decir, sencillamente, desde la experiencia.


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