domingo, 20 de octubre de 2019

UN LUGAR LLAMADO OTOÑO: UÑA

No es nostalgia, no es pérdida, no es despedida el otoño en Uña.

El final del verano brilla en la punta amarilla de los chopos que oscurecen los distintos verdes de los pinos y encinas. Ese brillo cegador se atenúa con los rojizos de los castaños y plátanos que circundan la laguna rodeada, cada vez más, de juncos altivos que ondean sus penachos blancuzcos y suaves al viento antes de que se vuelvan marrones y secos. Desde el observatorio faunístico también se ven los juncos nacer, verdes y flexibles, separados entre sí, habitados por las fochas, los patos cucharas, las garzas y los cormoranes, además en lo más profundo, también los visitan los barbos y truchas.

Ayer fue un día de otoño estupendo en Uña. Hubo sol, nubes, suave viento, escasa lluvia en un intervalo breve de tiempo por lo que se pudo disfrutar del paisaje en su esplendor. Hasta los buitres salieron en bandada a pasear su enormes alas en círculos bajos para que les viéramos bien. Y la piscifactoría abrió al público para mostrar las truchas en las piscinas redondas...

Los mejores días, sin duda, son de lunes a viernes. El pequeño pueblo está casi vacío y los habitantes guardan el silencio como un tesoro valioso que les da la paz gozosa de estar vivos en ese rincón del mundo, bajo esos farallones calizos, un valle abierto a la carretera de la sierra que serpentea desde Villalba hasta la Toba (y más allá).

El agua de la fuente refresca el alma cuando la bebes después de hacer el sendero del Escalerón-La Raya y hace descansar los pies que han subido y bajado un desnivel de varios cientos de metros. El alma, los pies...por completo te atrapa este lugar.

Es vitalidad, es encuentro, es comienzo el otoño en Uña.

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