domingo, 3 de noviembre de 2019

N-420


En el kilómetro 400 y alrededores de esta Nacional se ha instalado el otoño y los sentidos se encargan de reconocerlo a cada paso, se ve, se huele, se toca, se oye y hasta se saborea la luz, el espejo del agua del río, los colores, los pájaros, las hojas, las curvas, las rocas con sus buitreras, los campos cultivados y los silvestres, las iglesias de los pueblecitos, el transvase Tajo-Segura con su fila verde de pinos y abetos, las enormes casonas derruidas cerca de la carretera, los puentes en arco de media punta o semicirculares, las sinuosas choperas amarillas que marcan el curso del Júcar y sus riachuelos...la ondulante orografía que se atraviesa en el viaje, en el paseo, en el camino.

Efímera belleza natural que unos días después el viento habrá transformado en árboles desnudos, afilados y serios cuyos ropajes todavía estarán a sus pies un tiempo creando nutrientes terrestres para abonar de vida la próxima primavera. Las rocas iluminadas de diferentes tonos de ocres se tornarán frías con la oscuridad de las nubes y el brillo de la lluvia, como son porosas, almacenarán semillas y transportarán el agua, darán cobijo a animalillos y se desgatarán invisiblemente por la erosión.

La intemperie que hoy calienta mañana será escarcha y hielo cubriéndolo todo de blanco fino, transparente y frágil. Pero todavía hoy aguanta el sol verdadero, el que no miente porque quema y da luz, el que se agradece por estos lares en esta estación mágica.

40 kilómetros partiendo de Cuenca y todo cambia, se ensancha, se allana, se abre y extiende para que nos perdamos en la magnitud espacial. Los colores ponen límites y distancias, son referentes para no perderse y orientarnos. Medimos distancias por los pocos árboles que empiezan a ser chaparros antes que encinas, escasas, en medio de las tierras labradas que no son estériles como las que aparecen blazcuzcas, lunares, salitrosas, desnudas.

Las poblaciones son mayores y la agricultura más diversa va mostrando los restos del verano, de las cosechas tardías y del tiempo que viene preparando el próximo ciclo.

Cuando aparecen los molinos de viento de Mota del Cuervo, después de dejar a un lado el Castillo de Belmonte la abre la Mancha.


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