ROJO

Benjamin Naishat, 2018

El tiempo previo a una dictadura contiene indicios de lo que viene. La gente se ve afectada por los pequeños cambios, primero graduales para que no se note muchos, después grandes para constatar el poder de la nueva situación.

Grandineti que empieza imponiendo educación y saber estar en un restaurante ante un hombre trastornado y violento acaba asistiendo a la representación teatral del colegio de su hija con una peluca. La transformación es total, desde la lógica hasta las costumbres, desde las relaciones personales hasta las policiales.

El orgullo de pertenecer a un lugar de la tierra, que tiene de todo, incluido el desierto mortal, acaba justificando los cambios porque se vive mejor sin saber, sin atender al vecino, al desaparecido. Se vive mejor rezando y mirando para otro lado, especulando con la vivienda y negando herencias familiares, siendo el novio perfecto y desapareciendo a músicos.

Enorme Grandineti. Con su bigote y corbata, doctor en derecho respetable y con familia perfecta, amigo de sus amigos que acaba asumiendo su función en el engranaje mecánico del sistema.

Fotografía espectacular del desierto cordobés argentino. La luz, sin posibles sombras porque nada hay con lo que chocar, ofrece un panorama desolador, fuera de todo rastro humano y escenario de los despojos de la obra humana, obra teatral, obra político-policial.

Toda la película es un tiempo a la puerta de otro tiempo que entra sin mucho ruido para quedarse años y transformar la vida de los argentinos que siguen transformados. El ambiente de los setenta recrea no solo planos y caracteres fílmicos sino personalidades de una época un tanto surrealista, ensoñadora y finalmente hipócrita. La música es clave, como en el cine negro, va marcando el suspense y la importancia de las escenas. Insustituible en los coches, en los ensayos teatrales y en las escenas del protagonista en planos cortos. Insisto en la metáfora de la peluca final...

Gracias a Cine club Chaplin de Cuenca.