martes, 5 de noviembre de 2019


EL ANTROPÓLOGO INOCENTE
Nigel Barley
Anagrama, Barna. 2019



Cuando una decide especializarse en Antropología estudiando la carrera de Filosofía piensa en algo parecido a lo que cuenta el antropólogo británico Barley. El trabajo de campo que exige viajar a África y vivir con nativos de los que no se sabe nada, ni siquiera después de llevar meses entre ellos.

Pero este libro, nada decepcionante, además muestra cómo los tópicos lo son porque se ajustan a muchas experiencias reales. El autor cuenta en primera persona su vida en Camerún, en una región remota poblada por los Dowayos y lo hace cronológicamente desde que sale de Londres hasta que regresa dieciocho meses después, cuenta qué argumentos le convencieron para viajar y qué obstáculos burocráticos se lo pusieron difícil. Relata cómo enfermó en varias ocasiones, algunas veces de gravedad y cómo consiguió relacionarse con occidentales, casi todos religiosos.

Lo más llamativo, como era de esperar, son sus notas sobre los rituales que practicaban los nativos en determinadas circunstancias para ciertas celebraciones. Supongo que la selección de los ritos contados obedece a algún tipo de interés personal, sin embargo resulta claramente original por los contenidos relativos a la lluvia, a la circuncisión genital masculina, a los matrimonios y a la salud. El contexto muestra precisamente a esos menesteres como los más importantes y urgentes.

El mijo, los cortes en los penes, las esposas adolescentes o incluso preadolescentes, los curanderos y sus hierbas, las canciones y sus bailes... los trabajos y los días que diría el clásico.

El humor británico, ácido e irónico, recorre la obra entera y te provoca risas, no solo sonrisas, en algunas páginas hasta conducirte al final con esta frase humorística, o tal vez sin gracia, "la resaca antropológica no es más efectiva como terapia de aversión que cualquier otra".

Como ciencia social, la antropología enriquece siempre aunque no nos guste lo que estudiamos. Tomar conciencia de lo que somos por contraste con lo que no somos no siempre es agradable. Occidente y su influencia ha generado visiones del mundo muy estereotipadas e injustas sobre otras culturas. Nuestros criterios morales, nuestros lenguaje no verbal, nuestra visión económica de las cosas y el valor de las relaciones personales hace que nos perdamos partes del ser humano valiosas en sí mismas. Siempre con el prejuicio por delante, el intento de respetar lo desconocido es de agradecer y Barley parece que se acerca en este experiencia en la que también refleja que le faltan al respeto en numerosas ocasiones porque los prejuicios circulan en todas las direcciones en sus versiones racistas, machistas, clasistas y nacionalistas, hacia los de allí y los de aquí, van y vienen, vienen y van.

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