MADRE CORAJE Y SUS HIJOS
Bertolt Brecht, 1939
Director Ernesto Caballero, Centro Dramático Nacional María Guerrero, 2019
Somos cristianos, protestantes y lo que haga falta...somos serbios, croatas y montenegrinos.
Somos nacionales, republicanos y las dos cosas.
¿Qué tiene de malo la guerra? Menudo negocio, es ¡el negocio!, da igual si pierdes familiares entre tanto, si no puedes comer a diario, si te quedas sin casa o tienes que hacer la maleta. Quien sobrevive a la guerra pertenece, sin ninguna dura, a la especie humana, a la más pura especie humana.
B. Brecht escribe la obra en ese período de "entre guerras" europeo que todavía no sabe lo peor sabiendo mucho malo. Con este texto se muestra sin tapujos la pasta con la que está hecha la naturaleza del ser humano. Cuando unos pocos años después suceda el Holocausto cualquier atisbo de paz será sencillamente un milagro.
Todo el mundo diferencia entre hechos naturales y culturales. El teatro, cultural donde los haya, existe entre otra cosas, para mayor terapia conjunta de la humanidad. Estamos enfermos de guerra porque no nos mata personalmente pero la hemos creado como pingüe negocio y somos adictos. Es nuestra obra, somos sus únicos responsables y tomar conciencia de ello nos hace sufrir (no a todos, claro). El arte actoral en España está a un nivel de vértigo y se agradece ver a esta compañía sobre el escenario.
Un carro metálico con grandes bolsones colgados a los lados y Blanca Portillo subiendo y bajando de él. Al fondo luminosos con fechas, lugares y citas que deslumbran al espectador obligándole a posicionarse entre lo que ve y lo que lee, que no resulta fácil de asumir a la velocidad en la todo transcurre y con la contundencia con la que todo pasa.
Mujer, madre, guerra...hija, muda, guerra...abandonada, joven, guerra.
Las violaciones y los asesinatos suceden con normalidad mientras dura la guerra, osea, año tras año. Las mentiras, los abusos, las persecuciones y ataques aparecen cuando menos te lo esperas para justificar el nivel de guerra, que latente, se muestra en forma de armas, botas y prostitución, elementos estos muy culturales, exclusivamente culturales.
Palestina, Siria, Kurdistán...me temo que la lista no acabaría nunca mientras dure la historia.
Gracias Bertolt Brecht. Ahora es cosa de dejar de ser hombres y asumir nuestra parte del pastel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario