VIDRIERAS ABSTRACTAS
Hay lugares que exigen formas y dimensiones para ser, como las catedrales. También requieren luz, poca o mucha para ver, para verse, para entender y entenderse. La luz como metáfora del raciocinio supone iluminar las mentes con conocimiento, con enseñanzas y mensajes cargados de intencionalidades, de significados y de normas morales.
Las vidrieras abstractas no cumplen con las funciones clásicas de las tradicionales vidrieras catedralicias, pongamos que en el Gótico. Sin embargo, la luz de la mañana a través de las vidrieras abstractas de la Catedral de Cuenca transmite belleza y acoge a cualquiera que pise el templo. Los trazos lineales, circulares, coloreados, alargados unas veces, cuadrados y redondeados otras proponen sensaciones diferentes desde la altura. Para una persona será una cosa y para otra persona será algo diferente. La univocidad, el dogma, ya no existe, han desaparecido por completo ante la posibilidad de interpretar personalmente.
El arte figurativo, claro y explícito no está, en su lugar hay otra cosa, un arte que sugiere sin definir, sin resolver, sin acabar. Un arte que abre y dejar salir. Un arte para imaginar, para soñar...para ¿rezar?
Según Wittgenstein los usos del lenguaje son el significado. Para el arte abstracto los usos son múltiples y no se agotan, tal vez porque sea un lenguaje cuyo significado también sea su uso, que en cada contexto y para cada persona es diferente, que cada vez que se vea pueda ser diferente, una especie de río heracliteano.
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