lunes, 27 de enero de 2020

FEMINISMO


Son varias las autoras que en sus libros mencionan a sus abuelas o bisabuelas como ejemplos de personas feministas sin saberlo. Cuentan alguna experiencia en la que hicieron y dijeron determinadas cosas que causaron novedades para la época y supusieron ciertas dosis de personalidad diferente, hicieron lo que quisieron, dijeron lo que pensaban. Fueron malentendidas incluso despreciadas. El contexto marcaba lo que se debía ser y hacer, lo que se debía pensar y decir y esas mujeres de otra época se salieron del guion, del marco que les tocaba vivir.

Parece que el feminismo es una práctica. Igual que la moral. Mucho antes de ponernos a pensar, teorizar, clasificar y criticar el feminismo ya existía como una conducta, como una práctica, como una solución a los problemas de la vida cotidiana. Igual que navegábamos por los mares mucho antes que se enunciara el principio de flotación de los cuerpos, así violábamos costumbres y leyes que nos sentaban mal y despreciaban, que nos discriminaban y abusaban de nosotras, que impedían la igualdad entre personas.

Cuando se desprecia el feminismo actual se está haciendo un flaco favor al origen del mismo, a las abuelas y bisabuelas que se negaron a casarse con quien habían decidido sus familias, a las que quisieron su parte de herencia familiar, a las que se marcharon de casa por la noche sin hacer ruido, a las que mintieron sobre sus embarazos, a las que se metieron a monjas para escapar de los cuidados y trabajos domésticos, a las que aprendían a leer a escondidas en casas de amigos, a las que ayudaban desinteresadamente a salir de ambientes prisioneros y esclavistas a otras mujeres.

Mujeres ha habido que con su conducta y su voz han derribado muros y allanado caminos, que con su quehacer han abierto puertas y mentes. Y sigue habiéndolas en todos los rincones del planeta.

Gracias a ellas, sus nietas y viznietas escriben, dan conferencias, se dedican a lo que quieren y nos transmiten una convicción a prueba del tiempo y del espacio, del machismo y del patriarcado, del lenguaje y de las fake news.

Así que pasen 100 o 200 años, las mujeres que no aceptan los roles impuestos son feministas, las que se saltan las reglas establecidas, las que corren riesgos, a veces de la propia vida, por ser ellas mismas, las que enfrentan sus decisiones en público a la mayoría, las que cuentan entre la familia como bichos raros, esas mujeres, blancas o negras, pobres o ricas, guapas o feas, de aquí o de allí, son feministas con sus conductas individuales. Si generalizamos, si justificamos con la justicia , el respeto y la igualdad, esos comportamientos personales, tenemos un principio de aceptación del feminismo como movimiento social.

Los estudios actuales desde la filosofía occidental clasifican la historia del feminismo con nombres concretos para distinguir sus principios básicos y sus propuestas específicas, diferenciando entre movimientos, lugares, exigencias, incluso personas. Pero no puede por menos que reconocer la importancia del feminismo como ejercicio filosófico ejemplar. Es una alternativa al status quo dominante y predominante, con sus propuestas, ramas, versiones y nombres propios.

Considero que el ingrediente "universalista", tan filosófico, está presente hoy más que nunca en los feminismo que en el mundo hay. Por esto no debe incomodar a nadie que se escriba y se hable de feminismos a todas horas ya que suponen atender una realidad inevitable y urgente en todas partes, es más, todavía se habla poco de ello y esto ya supone un toque de atención filosófico, crítico, responsable, actual.


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