viernes, 17 de enero de 2020

JOSÉ COUSO
Cámara de televisión
1965 Ferrol-2003 Bagdad

En abril hará 17 años que le dispararon soldados norteamericanos en el Hotel Palestina, donde se hospedaba la prensa internacional para informar sobre la guerra, la invasión de Irak.

La Audiencia Nacional dice que el Estado español no atendió el caso debidamente. Me consta. Conozco a Javier Couso, uno de los hermanos de José, que durante muchos años fue la cara visible de una familia herida y luchadora a la vez. Gracias a él sabemos cómo ha ido el tortuoso proceso del caso que parece no acabar nunca.

La viuda y los hijos del cámara asesinado tienen que recibir una indemnización económica porque el Estado español no intervino en la aclaración de los hechos al confiar exclusivamente en la versión de la administración norteamericana, en lugar de estimar cualquier otra posibilidad, ni siquiera cuando la familia reunió información valiosa y la presentó a las autoridades competentes y a los tribunales.

Me aterra pensar que me hubiera sucedido a mi, a algún familiar o amigo. El Estado, tu país, te abandona después de despreciar tu posición de víctima de guerra, de vulneración de todos los derechos humanos posibles, de abuso de poder de la administración culpable y responsable del asesinato de tu hijo, de tu posición de víctima ante la miopía intencionada de los tribunales españoles.  Matan a tu hijo, a tu hermano, a tu esposo, cuando está cubriendo una guerra para informar a la ciudadanía, y te desprecian legalmente, jurídicamente. Impotencia y rabia.

A estas alturas hay pruebas, confesiones, datos suficientes para acabar de una vez con esto como se debe, como se debería haber acabado hace años.

Verdad, Justicia y Reparación cantan, ante la embajada de EEUU en Madrid, la gente de la batucada y quienes nos congregamos para reivindicar el caso. A veces también cantan grupos afines a la causa como Amaral. Así protesta una familia que no se rinde porque le sobra argumentos para seguir, porque le sobra dolor para quedarse en casa, le sobra un Estado sumiso y mediocre al servicio del gran abusador de derechos.

Ojalá que en Estrasburgo se hagan bien las cosas y los Derechos Humanos no pasen de largo por este asesinato, por esta familia coherente, por este país que debe aprender de sus errores y enmendarlos cuanto antes. El caso Couso nos avergüenza y debemos hacer todo lo posible jurídica y moralmente para repararlo.

Un abrazo a Javier y a toda la familia.


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