CARTA ABIERTA A LA
CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN, CULTURA Y DEPORTE DE LA JUNTA DE COMUNIDADES DE
CASTILLA LA MANCHA.
CUENCA, ENERO DE 2019
Soy consciente del riesgo que corro de ser malinterpretada,
por lo que seré todo lo clara que pueda y evitaré todas las valoraciones
posibles describiendo los hechos asépticamente.
Como docente de un IES público de Castilla la Mancha, tengo
a mi disposición un programa informático oficial para el seguimiento y
comunicación de mi trabajo. Con él mantengo línea directa con las familias de
mi alumnado, con mis compañeras y compañeros del centro incluido el equipo
directivo y demás órganos institucionales. Se llama “Papás2.0”.
Cuando entro en dicho programa o plataforma (tal vez sea
esta la palabra más adecuada) me puedo identificar mi perfil como “Padre/Madre” o como “Profesor”. Actualmente
no tengo hijos/as en el sistema educativo de Castilla la Mancha, ya lo han
acabado, pero sí soy docente y no soy profesor.
El curso pasado fui tutora (CRFP) de un “grupo de trabajo” que analizó el valor
ético de la Igualdad desde diferentes perspectivas y departamentos de mi
centro. En él trabajamos el papel de la comunicación en nuestras relaciones. El
lenguaje es clave para hacernos entender, para tratarnos con respeto y no
menospreciarnos. Comprobamos que la economía es algo bastante intuitivo en el
ser humano, mucho antes de que nos inventáramos una ciencia social con ese
nombre. El caso es que nos resulta mucho más cómodo usar el menor número de
palabras posibles para comunicarnos. Por este motivo considero que la Junta, en
su sección de Educación, Cultura y Deportes, al facilitar al profesorado
herramientas de trabajo no debería escatimar esfuerzos en ser rigurosamente
respetuosa, incluso económicamente
hablando, y cambiar el lenguaje excluyente.
Propongo que se modifique la identificación de la plataforma
Papás 2.0 en su versión “Profesor” por la de “Profesor/a” o “Profesorado”, así
no reflejaría la diferencia de tratamiento entre las familias y el profesorado.
De hecho, ahora mismo, esa diferencia pone en evidencia la atención que se le
profesa a un colectivo y a otro por parte de la Junta. Pero además, no
reflejaría la diferencia entre ser hombre y ser mujer entre el profesorado y no
se caería en el absurdo (a pesar de los años de esta plataforma) de educar en
igualdad y practicar la exclusión lingüística. La teoría no debe estar
disociada de la práctica, no si se quiere ser coherente.
Como no quiero polemizar, ni ser mal entendida, espero que
la ausencia de valoraciones en el caso que cito sea suficiente para que se
tenga en cuenta esta solicitud, más allá de que se esté o no de acuerdo con
ella.
Las juezas españolas hacían perfectamente su trabajo aunque
la RAE definiera “jueza” como “esposa del juez” durante décadas. Yo también uso
perfectamente la citada plataforma informática, solo que no soy profesor.
Saludos
Ana Cruz Muñoz
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