lunes, 15 de julio de 2019

EL CARTÓGRAFO


EL CARTÓGRAFO

Juan Mayorga, 2018



Cuando se tiene a Blanca Portillo y a José Luis García-Pérez a menos de un metro en un auditorio, representando un texto de Juan Mayorga sobre el gueto judío en Varsovia, una piensa que lo hacen sólo para ti. Sus miradas te interrogan, sus gestos te hacen cómplice y sus palabras, sus palabras te llevan a un lugar verdadero, a un lugar donde sientes cada sustantivo, cada adjetivo y cada tono desde lo más profundo de tu ser, de tus entrañas.

Entonces lloras y sonríes, se te encoje el estómago y se te hace un nudo en la garganta.

Los ojos de Blanca y José Luis lloran y sus voces se desgarran. Se cogen la mano porque comparten lo que sienten y las palabras no siempre expresan bien los sentimientos. El cuerpo acude para aclararlo todo, lo muestra todo, lo enseña todo. No hay dudas.

Se interrumpen para preguntarse, para preguntar al público, si tienen derecho de representar esas vidas, las de las víctimas del holocausto nazi. Se preguntan, me preguntan.

La otra noche sólo les respondí con un aplauso que se quedó corto, que fue insuficiente como respuesta. Hoy quiero decirles que sí tienen derecho, que gracias al ejercicio de ese derecho yo soy más humana, tengo más argumentos para combatir toda forma de violencia, toda guerra, todo conflicto. Son más fuertes mis convicciones y más seguras contra toda forma de humillación humana, de maltrato y abuso de poder. Hoy la fuerza me parece más válida que nunca como fuerza de la razón, del diálogo, como fuerza de persuasión emocional. No existe el corazón por un lado y el cerebro por otro. No hay separaciones, no hay fronteras.

Señalar, indicar, representar algo en un mapa supone una visión del mundo, un lugar desde el que señala, se indica y se representa la vida. Hay tantos lugares como visiones, como personas.


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