EL CARTÓGRAFO
Juan Mayorga, 2018
Cuando
se tiene a Blanca Portillo y a José Luis García-Pérez a menos de un metro en un
auditorio, representando un texto de Juan Mayorga sobre el gueto judío en
Varsovia, una piensa que lo hacen sólo para ti. Sus miradas te interrogan, sus
gestos te hacen cómplice y sus palabras, sus palabras te llevan a un lugar
verdadero, a un lugar donde sientes cada sustantivo, cada adjetivo y cada tono
desde lo más profundo de tu ser, de tus entrañas.
Entonces
lloras y sonríes, se te encoje el estómago y se te hace un nudo en la garganta.
Los
ojos de Blanca y José Luis lloran y sus voces se desgarran. Se cogen la mano
porque comparten lo que sienten y las palabras no siempre expresan bien los
sentimientos. El cuerpo acude para aclararlo todo, lo muestra todo, lo enseña
todo. No hay dudas.
La otra noche
sólo les respondí con un aplauso que se quedó corto, que fue insuficiente como
respuesta. Hoy quiero decirles que sí tienen derecho, que gracias al ejercicio
de ese derecho yo soy más humana, tengo más argumentos para combatir toda forma
de violencia, toda guerra, todo conflicto. Son más fuertes mis convicciones y
más seguras contra toda forma de humillación humana, de maltrato y abuso de
poder. Hoy la fuerza me parece más válida que nunca como fuerza de la razón,
del diálogo, como fuerza de persuasión emocional. No existe el corazón por un
lado y el cerebro por otro. No hay separaciones, no hay fronteras.
Señalar,
indicar, representar algo en un mapa supone una visión del mundo, un lugar
desde el que señala, se indica y se representa la vida. Hay tantos lugares como
visiones, como personas.
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